jueves, 1 de mayo de 2008

La democratización del Striptease




Sudado y agotado por 90 minutos de entrenamiento físico en mi gimnacio, me dispuse a salir del recinto mientras enjugaba mi sudor en mi toalla. Pasé por mi gafete y mi chaqueta a la recepción de la palestra y mientras esperaba por ellos noté un anuncio colocado justo en la parte frontal del escritorio:


Clase de Belly Dance y Striptease
Mañana Lunes: 8-9

Evidentemente captó mi atención y lo único que mi perversa mente pudo imaginar fue a una morena semidesnuda deslizando sus encantos por un tubo plateado, rodeada de espejos y de viejos barbudos y gordos anhelando tan sólo una caricia de la mujer (!está bien! ya sé que no son sólo viejos barbudos y gordos!). Mientras divagaba en esa quasi-fantasía sexual, fuí interrumpido por el fortachón de la recepción, quien amablemente me entregó mis pertenencias. La nube libidinosa que reposaba en mis pensamientos se esfumó, y volví a la realidad: Quienes tomaban clases de belly dance y striptease no eran mujeres cuyas difíciles condiciones sociales les habían empujado hacia una labor que les daba réditos más cuantiosos que lo que el mercado laboral tradicional podría darles. Tampoco eran doncellas que se aprovechaban de la objetificación de la mujer en esta sociedad machista y decidían contradecir las normas de moral de su cultura para poder llevarle leche a sus niños. !NO!, quienes iban a participar en esta lujuriosa clase eran amas de casa de clase media alta, profesionales, gerentes, esposas de gringos adinerados, gordillas coquetas que manejaban un porshe y hasta niñas!

Debo aceptarlo, las imágenes de amas de casa y mujeres profesionales bailando streaptease en el piso de madera de mi gimnacio, me excitó más que ver a Amber y a Tiffany pintorreadas, en hilo dental, y teniendo sexo con el tubo de una tarima iluminada con luces de neón en el Night Club más cercano. Lo primero que pensé es que tenía que hacer bicicleta durante una hora el día de la próxima clase, para así poder husmear a través del vidrio polarizado, y ver que limosna de imágenes captaban mis ojos de tal espectáculo sexual sin precedentes en mi experiencia: 50 mujeres bailando sensualmente, sin cobrar, sin difíciles condiciones socio-económicas, sin cuatro paredes a su alrededor y con dos o tres títulos académicos a su haber. Lo único que estas damas podrían tener en común con Tiffany y Amber era que movían sus caderas sensualmente, el hilo dental estaba por debajo de su ropa deportiva y....sí, !Habían espejos en la sala de baile!


En fin, dejemos de lado mis impulsos testosterónicos del momento y pensemos un rato en porqué demonios un puñado de mujeres decentes deciden copiar bailes sensuales (belly dance) y lascivos (striptease) estando estos últimos arrinconados por la sociedad para mujerzuelas que sin razón alguna también son despreciadas por la colectividad y cuya imagen pública está desmembrada. Créanme, no tengo nada en contra de las putas, las estimo mucho y estoy seguro que muchas de ellas son profesionales en lo que hacen, y fuera de su "oficina" son mujeres muchas veces hasta más decentes que otras que con costos se les puede encajar una polla de lo rígidas que son (eso es broma). El punto aquí es que, dejémonos de cosas, las putas, trotacalles, trabajadoras del sexo, percantas, perras, zorras, prostitutas, mujerzuelas, mega-putas, o como quieran llamarlas, usualmente son relegadas y despreciadas por la sociedad convencional. Yo no apruebo ese desprecio, !pero esa misma actitud moralista e hipócrita de la gente es lo que me llama la atención cuando veo a féminas que bien podrían ser mis compañeras de trabajo en la clase de striptease de mi gimnacio!
El tema de las putas y de porqué son putas toquémoslo en otro momento -ya sé que debería de utilizar el término trabajadoras del sexo, que es más respetuoso, pero para que se entienda mejor, utilizaré el calificativo más popular-, por ahora quiero enfocarme en la vecina del frente que hace movimientos sexys, como teniendo sexo con el hombre invisible en el salón de baile de mi gimnacio.

Okay, entonces, ¿qué hace que una mujer quiera imitar a una stripdancer? En primer lugar, las stripdancers y demás fuerza laboral encargada de los menesteres sexuales, explotan la economía de aquellas personas que se convierten en los depositarios sociales de la represión sexual que sufre nuestra sociedad. Es decir, como desde pequeños nos educan para contener nuestra energía sexual, crecemos con un acumulado, ese acumulado, en el contexto cultural, crea patologías sociales, una patología social puede ser padecida por sólo un extracto de los miembros de la colectividad, quienes actúan tal patología hablan por toda la sociedad en sí. Dicho de otro modo, si de cada 10 hombres 5 visitan night clubs o puteros frecuentemente, esos 5 hablan por toda la colectividad de los 10. O sea están mostrando un síntoma social que tiene orígenes en la interacción de esos 10 hombres, y de alguna u otra forma todos son partícipes y responsables de ella. Desde el punto de vista femenino, las putas lo que paractican, por dinero, es lo que otras mujeres no están dispuestas a hacer en el contexto de la intimidad con su pareja debido a cánones sociales, valores religiosos y otro tipo de normas culturales arraigadas en el acervo sociológico (dígase sexo oral, anal, desdefrenado, grupal, 18 posiciones en lugar de dos, emulación del orgasmo digna de un oscar, etc.) Como estás trabajadoras del sexo cargan con la represión que otras mujeres no osan manifestar, se enferman. Se enferman porque la carga es mucha y llevan entonces su lenguaje sexual a un límite patológico que se mezcla con otras disfunciones sociales, como la pobreza, la falta de equidad y la violencia doméstica. De esta forma, los hombres que deciden ir a un Night Club, hablan por la represión sexual de otros hombres que prefieren no hacerlo (ojo hay miles de formas de descargar la represión sexual, ir a un putero no es la única de ellas) y por lo tanto corren el riesgo de enfermarse socialmente, ya sea convirtiéndose en adictos a esos lugares, gastar cantidades astronómicas de dinero para que les chupen la polla, o convertirse en incapaces de seducir a una mujer sin que haya un intercambio de mercancías de por medio (tampoco estoy diciendo que todos los jelipollas que van a un putero es porque están enfermos socialmente, pero de igual forma su comportamiento dice algo del contexto social en el que se desenvuelven). La enfermedad psico-sexual del hombre, como cargador de las represiones sexuales de su entorno, converge con la enfermedad psicosexual de la mujer, que más o menos delega el erotismo, la sensualidad y el atrevimiento propio de esos ambientes nocturnos, en un grupo de mujeres que lo actúan enfermizamente -en muchos casos más no en todos- debido a que llevan sobre sus espaldas el acumulado de energías sexuales que muchas féminas jamás se atrevieron a mostrar (acumulado de siglos por cierto). Esto las convierte en un producto exótico, muchas veces caro, y apetecido por aquellos hombres que han preferido no invertir sus represiones sexuales en otras actividades ajenas al coito.

¿Qué putas tiene que ver todo esto con el tema inicial de clases de striptease y belly dance en mi gimnacio? Bueno, aquí voy.
Resulta que la sociedad y la cultura son capaces de auto-sanarse. Desarrollan sus propias curas -buenas o malas- para las disfunciones sociológicas que emergen en un grupo o nación. Podríamos denominar esta capacidad como autopoiesis social. Las clases de belly dance y baile erótico son simplemente una forma de la sociedad de sanar la represión sexual que históricamente ha sido delegada en las pobres trabajadoras del sexo -o en una forma más sutil, por las bailarinas del vientre- y entonces la danza erótica, el despliegue de belleza femenino combinado con la sensualidad inigualable de su belleza empieza a democratizarse entre mujeres libres que ahora pueden darle rienda suelta a su intrínseco deseo de comunión, a su exquisita capacidad de contornearse suavemente, a su naturaleza brillante, a su capacidad de ser vistas y adoradas por sus encantos.

50 mujeres se prepararn para ser strippers domésticas, saldrán de sus clases satisfechas con su capacidad de mostrar y de mostrarse, de ser admiradas y salvo algunos cuantos santulones jelipollas, nadie las calificará de prospectos de mujerzuelas. Ellas no cobran dinero, pues su erotismo es un regalo para ellas mismas...

Hay un tema muy escabroso, que es el de la cosificación de la mujer. ¿Serán estas princesas hermosas simples mujeres sumisas que buscan agradar los repugnantes instintos de cosificación del macho man? ¿O simplemente mujeres más evolucionadas que han decidido romper barreras y nadar en la piscina del erotismo que históricamente -al menos en esa forma- se les ha prohibido ? Talvez depende de la mujer. El punto es que cualquier manifestación erótica de las Diosas de belleza despertará instintos animales en el macho, y ya sabemos a lo que llevan las manifestaciones patológicas de ese instinto. De ahí la cosificación femenina.
De todos modos, si una mujer es lo suficientemente atrevida para moverse como si estuviera teniendo el mejor orgasmo de su vida en una sala con otras 50 mujeres y pagar por ello, es probable que también tenga el potencial para no dejarse cosificar por ningún gorila neanderthaliando que ande por allí.

Para finalizar, el erotismo es intrínseco al ser humano, sea hombre o mujer, cualquiera que piense que es un arrebato masculino está demente. Hay formas sanas de erotizar, formas patológicas, y ambas manifestaciones pueden originarse tanto en la femeneidad como en la masculinidad.

La otra semana voy a sentarme en la bicicleta más cercana al cristal de la sala de baile. Vamos a ver qué encuentro. Les cuento cómo me va.

Absolom

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