Hoy estuve navegando por decenas de blogs sobre el sexo. ¿Mi afán? investigar, conocer, compartir, dejarme contagiar por los atrevimientos de otros escritores y escritoras de la blogosfera. Obviamente no pude evitar encontrarme con un mar de sitios pornográficos donde lo que predomina es la visión masculina del sexo. Volar culo, coger por el ano, mamadas, doble penetración, lesbianismo, y un montón más de sexéteras.
Como macho que soy, las formas masculinas de ver la sexualidad resuenan en todos los rincones de mis neuronas y de mis hormonas sexuales. Es decir, son ricas, sabrosas, exitantes. Despiertan en mí el arquetipo del Harén del que muchos hombres somos presa. O sea, vivimos angustiados por no poder tener coito con cuanta doncella se nos antoje. La visión masculina del sexo está buenísima. No creo que tenga nada de malo, desde luego que hay manifestaciones insalubres de esta visión, al igual que las hay en la perspectiva femenina. Pero nuestra historia en el planeta hace que la balanza esté muy inclinada hacia formas masculinas de ver el sexo. Lo vemos en los periódicos, revistas, anuncios, películas. !Cada 10 minutos veo una tanga sexy o un hilo dental bien caliente!
¿Como hacemos para que la visión femenina del sexo, de la cual me declaro un poco ignorante, pueda empezar a inclinar la balanza a su favor? Ya estoy cansado de la dictadura del monosexismo machuliento. Quiero un poco más de pasión, de seducción, de preámbulo erótico, de enamoramiento, de caricias que no culminen en penetración.
No me vayan a mal entender, la visión masculina es necesaria para que el Ying Yang quede completo. Lo que pasa es que necesitamos darle más espacio a la energía fememina. Energizar nuestras vidas con el riquísimo espectro de sabores eróticos de las diosas del sexo.
Princesas, reinas, damas, doncellas. Las necesitamos. Necesitamos su versión de XXX. Que el mundo sea de ambos.
Absolom.