sábado, 29 de septiembre de 2007

¿Porqué es rico el sexo anal? Segunda Parte


Nivel 200


En la primera parte, vimos cómo las razones superficiales por las que el hombre le gusta hacerle sexo anal a una mujer pueden basarse en lo novedoso y poco común que resulta esta práctica, o bien, el estereotipo de relación sexual cool impregnado por las películas pornográficas. También olvidé mencionar el hecho de que generalmente el canal del ano es más estrecho que la vagina, lo que podría favorecer una sensación de placer distinta y agradable para el macho. Aunque he leído casos en donde los incircunsisos más bien sufren más.



Todas estas razones que acabo de mencionar son explicaciones que abarcan sólo una de las dimensiones del porqué el atractivo del sexo anal para los hombres. Investigando y reflexionando, encontré otras causas interesantes que pueden explicar este singular comportamiento.




El sexo anal pudo haber nacido como una forma de anticoncepción. En la antigüedad, ante la escacez de métodos anticonceptivos prácticos, la introducción del pene en el canal rectal pudo haber sido una forma efectiva de saciar las ansias libidinosas de un hombre, evitando así un posterior embarazo. Algo totalmente ofensivo para la mujer, por cierto, que tenía que soportar tal humillación pues se trataba de una actividad contra su voluntad. Como en estas épocas tener hijos era más bien un honor y una forma de enriquecer a la familia para así tener más mano de obra, el sexo anal como método anticonceptivo pudo haber surgido como una forma más bien de evadir el embarazo en el adulterio. De esta manera, en la memoria colectiva de las sociedades, quedó tal práctica como algo perverso, pecador y por encima de todo, un agravio contra la mujer. Posiblemente eso haya influido para que hoy en día siga siendo una actividad censurada por ciertos sectores, poniendo de lado los riesgos sanitarios, que ya han sido desmitificados por los expertos, quienes aseguran que el sexo anal no es perjudicial para la salud, entretanto sea practicado con las medidas de limpieza del caso, y desde luego, con mesura. (No querrás llevar mantillas cuando tengas 60 años).



Desde el punto de vista psicológico les tengo otra posible razón interesante. Un poco más polémica ciertamente, pues cualquier teoría que ponga en peligro la noción construida por la sociedad de lo que debe de ser masculinidad, será reprimida, obstruida, prohibida, puesta como objeto de burla o negada. De todas formas acá va: De acuerdo a nuestro querido amigo Freud, el comportamiento del ser humano está ampliamente influenciado por las experiencias de sus primeros años de vida, las cuales también son delimitadas por los cambios fisiológicos que sufre el infante de forma paralela. Una de las experiencias determinantes tienen mucho que ver con la relación que el niño o niña establece con la deposición de sus desechos sólidos. El bebé, incacapaz de controlar sus esfínteres depende de su figura materna (la mamá) para poder cumplir con las normas culturales de limpieza. Esta figura materna, al ser fuente principal de sustento y por lo tanto de placer corporal por parte del niño, tiene contacto constante, aunque sea indirecto, con el ano del bebé, lo que de alguna forma favorece que el niño haga una asociación entre "figura materna" (que es igual a placer y seguridad) con "ano", que es una de las zonas del cuerpo que mayor limpieza requiere, sobre todo cuando se tiene pocos años o meses de vida. Si a esto le sumamos lo placentera que resulta la experiencia de la deposición, no sólo por el hecho de relajar todas las membranas y músculos después de defecar, y que estuvieron cargadas de eses por un rato, sino por todas las terminales nerviosas que rosa el excremento cuando va de salida.


Evidentemente, estas sensaciones placenteras son reprimidas, pues la cultura tiende a desvirtuar el acto de cagar catalogándolo como algo vergonzoso, incómodo, inmundo y hasta sujeto de burla.

Esta denigración de esta necesidad biológica, coloca una barrera importante para poder experimentar de forma natural y satisfactoria el lado placentero de defecar. El individuo entonces sufre una especie de tensión por no poder desahogar con todo gusto tales sensaciones de placer y entonces las convierte en tabú, buscando así formas alternas de evacuar dicha tensión.

En el hombre, una de las formas alternas de sacar ese atascamiento de represiones anales, es la proyección de tales represiones en su pareja sexual. "Como yo he reprimido la parte bonita de cagar entonces quiero sentir placer haciéndote sentir como si estuvieras cagando" Esta manifestación, evidentemente se traslada a los medios pornográficos, los cuáles explotan tal enfermedad social, estereotipándola y provocando un efecto boomerang que se devuelve a las masas y que resuena en ellas como tabú finalmente liberado.

Ojo que con esto no estoy diciendo que el sexo anal sea malo, sino que es importante que comprendamos algunos de sus posibles orígenes para que podamos purificar cualquier noción tergiversada sobre este estilo de sexo. Una pareja que conoce los mitos y verdades de esta temática puede estar en mejor capacidad de disfrutarlo que una pareja que sólo lo hace inconscientemente, lo cual puede desembocar en una especie de masturbación del pene masculino con el culo de una mujer, a expensas del placer de ella.

¿Cómo manifiesta la mujer la represión anal? Excelente pregunta. Se me ocurren dos respuestas, una de ellas es que la mujer niega totalmente cualquier sensación de placer que pueda obtener en una incursión anal, porque ha lacerado la posibilidad de disfrutar ella misma de una relación de este tipo, debido a todos los tabúes y prejuicios que le han metido en la cabeza al respecto. Es algo parecido a la anorgasmia, que también tiene sus orígenes represivos en lo social y cultural. Por otro lado, la mujer puede expresar sus represiones anales en enfermedades digestivas, como estreñimiento, colitis, y gastritis por ejemplo. Aunque pienso que estas últimas formas de manifestación no se limitan sólo al sexo femenino, el hombre, por su naturaleza sexual, tiende a expresarlas más en forma de penetración anal hacia su compañera, que como padecimientos del sistema digestivo.


Ah, se me acaba de ocurrir otra forma de la mujer de expresar sus ansiedades anales, y ya la mencioné de alguna forma. El historial de abusos sexuales de los que ha sido víctima el sexo femenino, también pueden favorecer la reticencia a alcahuetear las enfermedades sexuales del macho.

Bueno, ¿Qué les parece? Un poco más profundo que la primera parte? Voy a seguir pensando en más teorías e hipótesis sobre este tema. Creo que me falta hablar un poco sobre el sexo anal en la homosexualidad, aunque las teorías de este artículo creo que también aplican para ese grupo. Sin embargo creo que se puede explicitar un poco más.


Hasta la próxima.



Absolom


lunes, 24 de septiembre de 2007

¿Porqué es rico practicar el sexo anal? Primera Parte

Nivel 100
El ser humano es tan complejo que pueden existir cientos de razones por las que el hombre le gusta practicar el sexo anal a una mujer, miles de explicaciones por las que pocas mujeres lo conscienten (¿o no?) y por las que este tipo de sexo es el principal instrumento de placer en las relaciones homosexuales entre machos.
Desde un punto de vista masculino, podría decir superficialmente que el hombre encuentra en la práctica del sexo anal hacia su pareja femenina un placer exquisito debido a poco común que resulta. Después de coger y coger mujeres por la vagina, el sólo hecho de meter el pene por un orificio que biológicamente fue hecho como salida y no como entrada, resulta una perversión prohibida sumamente exitante.
El subidón de placer que causa este tipo de sexo también puede tener la misma intensidad en cualquier situación erótica que se salga del molde, como por ejemplo, tener sexo en un ascensor, que nos practiquen sexo oral en el baño de la disco, o acariciarle los senos en el cine, en fin.
Todas estas experiencias nos revelan el lado atrevido de una dama. Lo que está dispuesta a hacer por nosotros, su disposición a entregar sus encantos en aras de nuestro placer egoico, su motivación sexual causada por nuestro atractivo masculino, su intención de violar sus propias leyes de pudor sólo por las puras ganas de sentir placer. Todo esto le eriza la piel a cualquier tipo normal.
El gran atractivo del sexo anal para los hombres también se puede explicar en la retroalimentación que proporciona el material pornográfico. Seguramente las fotografías y películas alusivas a la penetración por el ano en féminas, generan millones de dólares a la industria, ni se diga de los sitios de Internet que hacen lo mismo. De hecho, es probable que mis queridos lectores anduviesen buscando penes sumergidos en traseros redondos y femeninos, !pero lo que se encontraron fue con este sitio lleno de aburridas palabras y letras redondas!. Si todavía estas leyendo esto es porque tu interés va más allá de lo erótico, y se inmiscuye en los rincones de lo psicológico. ¿Sofisticado no?
Dejar la explicación de las preferencias masculinas por el sexo anal en lo novedoso que resulta tal experiencia, en lo sabroso que es ver a una delicada y pulcra mujer entregándose a la sodomía, o bien, debido al bombardeo de la ponografía, sería muy superfluo y evasivo. A la mayoría de los hombres nos excita tan sólo pensar introducirla en el trasero de una dama por razones mucho más profundas que las expuestas. ¿Quieres introducir tus pensamientos en el canal de lo que subyace al sexo por el ano? Segunda parte.
Mujeres: No se decepcionen, también habrá más para Ustedes.
Absolom

jueves, 13 de septiembre de 2007

¿Amor o incompletud?

Nivel 300

He estado escuchando unos discursos de la autora Marianne Williamson sobre el romance. Interpreto lo que ella dice como que inconscientemente nos hemos separado de Dios a través del Ego. Esa separación nos produce una culpa que nos hace sentir incompletos, entonces buscamos en una pareja romántica sanar esa falta de completud. Escuchar eso me recuerda el famoso dicho de la "media-naranja" que es como esa persona que andamos buscando para poder hayar la felicidad en la relación de pareja. Sin esa persona la fruta del amor está sonta, impar, faltante de algo.

Algunas personas pueden ser felices en medio de esta especie de ilusión, donde cada uno se complementa con las necesidades e incompletudes del otro. Para bien o para mal, lamentablemente, pareciera que lo más común es que nuestra vida romántica sufra un traspié ante la alta probabilidad de que esa ilusión no calce en el rompecabezas de nuestras expectativas, y pronto nos demos cuenta que las personas a quien creemos amar, no nos permitirán unirnos con el Dios al que hemos perdido.

Claramente hemos estado buscando en el lugar equivocado. Dios está en nuestros corazones, buscarlo a él solamente en los placeres del ego, a través de los pasatiempos con el otro, es comprar casi todos los números de la lotería del desengaño.

La masificación de este desengaño, el crecimiento de la población, la alfabetización sentimental de las masas, está creando un embriagamiento de este tipo de amor. La fuerte resaca nos hace reflexionar sobre si ya es el tiempo para trascender la forma en que amamos. Sin negar las raíces anteriores de lo que hemos llamado amor, debemos armarnos de valor para superar los obstáculos del romance, para luego empezar a contrarrestar los nuevos retos que el siguiente escaño del sentimiento nos dejará en su camino.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Egomorado

Nivel 200

El significado más común del amor hoy en día, es aquel en donde nuestro ego es lo más importante



¿Estás enamorado (a)? Sí contestas que sí, es probable que no lo estés. Al menos si vemos el amor verdadero como algo diferente a lo que nos enseñaron en la escuela de la vida. Ese libreto educativo del amor es el mismo para muchos de nosotros. Nos graduamos en la escuela sentimental del ego, no del amor. Como ya lo mencioné, si contestó que sí es probable que más bien esté confundido. Ud. está egomorado, no está enamorado.



Estar egomorado básicamente es estar enamorado del ego. Es mirar a nuestra pareja como una forma de salvaguardar los intereses del Yo. Intereses que desde luego se originan en una energía que en algún momento tuvo otros propósitos más primitivos, o menos evolucionados. Pero ahora como seres humanos más avanzados que somos, con un cerebro más desarrollado que nuestros parientes más cercanos –los primates- utilizar el amor como una excusa para vernos al espejito como la bruja de blancanieves, es un acto indigno de alguien que tiene neuronas suficientes para pasar al siguiente nivel de enamoramiento.



Y es que así lo llamo yo, el egomoramiento es un nivel inferior de emociones que es superado por el enamoramiento. Este tema es medio enredado, pero pongámonos a pensar en una de las mil variaciones del egomoramiento. Papá y Mamá siempre condicionaron su amor a cambio de que su hijo hiciera lo que ellos pensaban que estaba bien para él. Si su hijo no se “portaba bien”, siendo portarse bien una construcción social acorde con sus propias expectativas, entonces amenazaban con retirar su “amor”, ya sea que ese amor se transmitiese en palabras, dinero, carro, universidad, abrazos, etc. Esta sensación de amor basada en el miedo, es decir, te quiero sólo si satisfaces mis expectativas ególatras, se constituyó en una de las primeras enseñanzas sobre el amor que aprendemos en la vida. El amor sólo tiene sentido si ese intercambio de expectativas es justo, de lo contrario empieza a degradarse.



Una vez que nos graduamos de la escuela familiar del amor, empezamos a experimentar el trauma romántico en nuestra vida académica. Topamos con el magnánimo reto de no sólo tener que agradar a nuestros padres, sino que también a una telaraña de adolescentes precoces que vienen a poner en práctica sus lecciones de manipulación paternal y/o maternal y ofrecen la inclusión en su red vincular a cambio de que se cumplan sus expectativas.



Finalmente, la testosterona se hace cargo de llevarnos hacia la atracción de una pareja en la que vamos a terminar de patentizar la tesis universitaria del egomoramiento. Vamos a dar peluches, cartas de amor, besos, abrazos, noches de éxtasis, caricias, cuidados, etcétera, etcétera. Todo como mercancías orientadas a obtener la aceptación y el placer personal. Agradar al otro es agradarme a mí, mis regalos tienen que agradarle y si no le gustan me resiento, porque mi expectativa es que su respuesta positiva hacia mis ofrendas me hagan sentir mejor.



Una de las grandes decepciones del amor egoísta viene cuando la pasión inicial de una relación intensa empieza a desvanecerse en la rutina. Desaparece nuestra utópica expectativa de que el otro continuara apretando el botón que desprende hormonas de placer por siempre, y entonces nos damos cuenta que la historia que nos contaron en la Universidad de la Vida no era del todo cierto. A la escuela de la idolatría amorosa le faltó el curso de la decepción. Esa decepción que puede devenir en un círculo vicioso a lo largo de nuestras vidas sólo porque no sabíamos que para que el otro nos satisfaga eternamente tiene que ser una copia al carbón de nuestro propio yo. Y como eso no existe, como cada quien tiene su propio mundo, entonces la decepción en el egomoramiento es ineludible.



La forma en que manifestamos los celos, el enojo, la frustración en nuestras relaciones es un reflejo de que el espejito de blancanieves no contestó la pregunta sobre nuestra belleza en la forma en que queríamos. Nada es tan sincero como la vida misma. Nuestras vanas ilusiones son atropelladas por el curso perfecto del universo y allí es donde el sufrimiento se vuelve una constante en nuestra historia amorosa. La persona egomorada está dormida. No sabe que no está enamorada, no sabe que el amor en su concepción más primitiva es un juego donde el Yo tiene el primer lugar. El otro sólo es un instrumento para alimentar la fantasía de que somos el centro del universo. El otro sólo es un relleno a ese vacío constante que deja el miedo infundado en nuestras venas por años y años de amor condicionado.



El verdadero amor debe de trascender sus ansias pretéritas de ser un transmisor de nuestro propio Yo a otras generaciones. El verdadero amor debe de buscar nuevos rumbos y salirse del bosque de la búsqueda incesante de placer personal para evolucionar a otras formas de trascendencia. Para dejar de estar egomorados es preciso que por nuestro propio Ego, soltemos un poco nuestra obsesión por nosotros mismos.



El verdadero amor se nutre del descubrimiento de que amar entrañablemente, desinteresadamente, incondicionalmente es una muestra de que en el otro, hay algo más de nosotros de lo que creemos.



¿Estás egomorado (a)?